Una llamada "gran crisis" del capitalismo profunda, tal y como se manifiesta en las rupturas estructurales del conjunto del sistema de producción y reproducción, evoluciona siempre en diversas oleadas repartidas en el tiempo. Primero alcanza el centro industrial de producción de plusvalía, después los sectores subordinados como la circulación (comercio), los servicios y las infraestructuras estatales. Esto es así mucho más en una situación como la de hoy cuando la tercera revolución industrial lleva cada vez más la "valorización del valor" a sus límites. Las industrias fordistas de producción de automóviles, de mercancías de "gama blanca" (electrodomésticos como frigoríficos, cocinas, máquinas de lavar, aspiradoras etc.) o de "gama marrón" (televisión, vídeo, Hi-Fi etc.) se agotaron ya hace mucho tiempo como soporte de la acumulación. En estos sectores, la racionalización microelectrónica, los despidos en masa y cierres socavan cada vez más la base de creación de valor (utilización de fuerza de trabajo, "capital variable") mientras que la capacidad de producción de bienes aumenta hasta dimensiones incomensurables. Pero no está a la vista una nueva base con suficiente capacidad de crear valor que signifique una nueva absorción masiva de fuerza de trabajo. En este aspecto, el sector de las tecnologías de información fue un fracaso, igual que el comercio por Internet.
La ilusión de la sociedad de servicios sólo pudo surgir porque la segunda oleada de crisis en los sectores subordinados se hizo esperar. La fosa entre la creación real de valor y el consumo de mercancías o de servicios fue rellenado en primer lugar a través de dinero "aparcado" y de capital ficticio. A nivel del conjunto de la sociedad era, y aún es, sobre todo el endeudamiento estatal el que hacía de parachoques. De él dependen grandes cantidades de puestos de trabajo de los sectores secundarios; desde el servicio militar a las piscinas públicas, desde los aparatos administrativos a la enseñanza, desde la construcción de carreteras a la recogida de basura. Y todos estos ocupados compran bienes y servicios. Pero también el creciente endeudamiento privado en un primer momento produce poder adquisitivo. En cambio, quien tenga ahorros, empieza a gastarlos (y ahora por el "Hartz IV"1 muchos incluso se ven obligados a ello). Finalmente, la generación del milagro económico se va muriendo poco a poco y deja herencias que de ahora en adelante también serán gastadas. Todos estos factores prolongan la capacidad capitalista de consumo más allá de la base real de creación de valor y dan origen a la ilusión óptica de que podría haber un capitalismo de circulación y de servicios sin trabajo industrial de masas.
Pero la vida de segunda mano no puede durar eternamente. El endeudamiento estatal choca contra sus límites, igual que el privado. Tarde o temprano los ahorros se habrán gastado y las herencias se habrán agotado. Ahora ya la crisis empieza a alcanzar imparablemente las infraestructuras, la circulación y los servicios. Tanto las oficinas de correo como los teatros, así como guarniciones militares federales y talleres para discapacitados, trenes de cercanías como centros de terapia están siendo eliminados. Los bancos están cerrando sucursales y liquidando ramas enteras de negocios. Ya desde hace años el comercio al por menor está en decadencia. En este sentido la crisis aguda en Karstadt/Quelle2 es una señal de alarma. Ya ha empezado la liquidación de bares de copas, igual que la de periódicos; hasta el turismo está en vuelo descendente. Los alemanes, campeones mundiales en compra de muebles, están flaqueando hasta en este sector: desde el comienzo de la presente década, un 10% de las empresas tuvieron que cerrar; sólo en 2003 el volumen global de ventas cayó un 12%, mientras, en competencia eliminatoria, surgen cada vez más nuevas superficies comerciales gigantescas. Junto con el espejismo de la sociedad de servicios se desvanece también la mezquina opción para grandes sectores de salarios de miseria. Todavía habrá alguna que otra "última comida del condenado a muerte" en forma de consumo endeudado, subvencionado o sacado de las reservas; pero en un futuro próximo expirarán las sobrecapacidades, estimadas en más del 50% en algunos sectores secundarios y terciarios. Comenzó la reacción en cadena, la segunda oleada de la crisis se está poniendo en movimiento.
Original alemán DIE ZWEITE KRISENWELLE publicado en Neues Deutschland, 26-11-04
Traducción al portugués: B.A.
Traducción al español: Reinhart Pablo Esch
Traducción al portugués: B.A.
Traducción al español: Reinhart Pablo Esch
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